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OPINIÓN | «Llámennos como quieran pero eliminemos barreras», por Manuel Martínez

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Hoy es 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Este día se celebra con el objetivo de promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidad en todos los ámbitos de la sociedad, así como concienciar sobre su situación en todos los aspectos de la vida. En días como el de hoy, se escuchan infinidad de términos y expresiones para referirse a las personas con discapacidad, que si discapacitados, que si personas con diversidad funcional, que si personas con capacidades diferentes o extraordinarias, que si ejemplos de superación o incluso héroes.

Sin duda, hay un debate (que empieza a ser eterno) acerca de cuál es la terminología adecuada para referirse a las personas con discapacidad. Incluso en el propio seno de las organizaciones de personas con discapacidad no lo tienen del todo claro. Todo esto de la terminología me da mucha pereza. Como decía el escritor Eduardo Galeano “Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido.” Para mí, esto de la terminología es un ejemplo más de esa cultura del envase. Cuando me preguntan sobre la terminología adecuada, yo siempre contesto, “Tú dame pan y llámame tonto”.

No me malinterpreten con esto, lo que quiero decir es que, lo que define a una persona (y a la sociedad) no son las palabras, son los hechos. ¿De qué me sirve a mí que me digas persona con diversidad funcional si luego aparcas en una plaza de discapacitados? ¿Para qué quiero yo esa sensibilidad y pulcritud de palabra si la Ley de Accesibilidad Universal (aprobada en 2008) es todavía una quimera y no se cumple en muchos sitios? Se trata más de un problema de fondo que de forma, hagamos la casa por los cimientos y dejemos la fachada para el final. Así pues, dejo ya a un lado los términos y envoltorios y me centro en lo verdaderamente importante, el contenido.

Las personas con discapacidad lo que queremos es poder llevar una vida plena, lo más autónoma posible y feliz. Buscamos la normalización de la discapacidad y la eliminación de prejuicios y barreras arquitectónicas, sociales y culturales. Es aquí donde creo que la educación y el deporte juegan un papel primordial.

«La educación y el deporte son los pilares fundamentales»

La educación es el pilar fundamental. Los niños tienen que entender desde muy pequeños que la diversidad es una característica inherente al ser humano y que nos hace mejores como sociedad. Deben entender que no hay dos personas iguales, pero que todos somos equivalentes, es decir, tenemos el mismo valor. Para ello es indispensable la convivencia, si no hay convivencia nunca se podrá dar la normalización de la discapacidad. Debemos generar espacios educativos, de ocio y deportivos donde las personas con y sin discapacidad se relacionen, compartan, crezcan y se desarrollen juntos. Es el camino para una sociedad verdaderamente inclusiva en el futuro.

Ahora bien, hay veces que esto de la inclusión no es posible y hay que aceptarlo. Quiero aprovechar estas líneas para romper una lanza en favor de los Centros de Educación Especial, ahora que es un tema muy de actualidad. Como he dicho anteriormente, cada persona es un mundo, y hay personas con unas características y necesidades concretas que no pueden ser atendidas en un centro educativo ordinario. Es ahí donde los Centros o Aulas de Educación Especial se convierten en necesarias. Hay que dotar a estas personas de un espacio donde puedan ser bien atendidos, desarrollarse y ser felices y dar la opción a las familias de personas con discapacidad de elegir la mejor opción educativa para sus hijos.

Si hablamos de discapacidad e inclusión, no podemos dejar de hablar del deporte y su relevancia. Todo el mundo, independientemente de su condición, debería practicar actividad física y llevar un estilo de vida activo y saludable. No podemos obviar, que la inactividad física y el sedentarismo son la 4ª y 5ª causa de muerte en el mundo respectivamente, pero para las personas con discapacidad, es si cabe, todavía más importante.

En el caso de las personas con discapacidad o alguna patología el ejercicio adquiere un matiz terapéutico, es una gran vía para la mejora de la calidad de vida y la autonomía. Es un gran medio para el empoderamiento de las personas con discapacidad, mejora el estado de ánimo, aumenta la autoestima y proporciona bienestar psicológico. Aún recuerdo la sensación de libertad que tuve el primer día que me metí al agua.

«Aún recuerdo la sensación de libertad el primer día que me metí al agua»

Comencé a hacer deporte a los 8 años, tenía problemas de espalda, obesidad y era totalmente dependiente, no podía ni vestirme sólo. Hoy en día (15 años después), soy una persona autónoma, he viajado a un montón de lugares y conocido a un montón de personas gracias al deporte. El deporte me ha cambiado la vida y se ha convertido en mi estilo de vida. Tanto es así que, hace ya unos años, decidí ligar mi futuro académico y profesional al deporte y estudié Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.

Todo esto es muy bonito, pero la realidad es bien distinta. La cruda realidad es que muchas instalaciones deportivas no son accesibles o no están adaptadas. Si a eso le sumamos que la oferta deportiva para las personas con discapacidad es escasa y, en la mayoría de los casos, muy costosa, vemos que, en la actualidad, aún existen multitud de barreras para que una persona con discapacidad pueda acceder al deporte. Yo mismo para poder entrenar tenía que desplazarme más de 50 kilómetros tres días a la semana. Eso desafortunadamente, no lo puede asumir todo el mundo.

No cabe duda de que hay que buscar soluciones, y las soluciones pasan por hacer realidad (de una vez por todas) esa Ley de Accesibilidad Universal y convertir nuestros espacios públicos en lugares sin barreras, accesibles para todos. Por otro lado, necesitamos la creación de clubes y competiciones deportivas normalizadas, donde veamos y hablemos únicamente de deporte, sin adjetivos, y los niños y niñas con y sin discapacidad puedan compartir experiencias y vivencias deportivas juntos.

«El deporte y su esencia no entienden de discapacidad»

Al final, no hay que olvidar que el deporte consiste en nadar más rápido, saltar más… buscar la mejor versión de uno mismo, y eso es igual para todo el mundo. El deporte y su esencia no entienden de discapacidad, cuando uno hace deporte la discapacidad queda a un lado. El deporte debe ser el reflejo de una sociedad más plural y diversa, donde todo el mundo tiene cabida. De una sociedad más rica. De una sociedad mejor.

Ojalá algún no sea necesario celebrar este día y a las personas con discapacidad se les llame simplemente por su nombre de pila. Como para eso aún queda mucho camino por recorrer, me gustaría despedirme con un lema “Llámennos como quieran, pero eliminemos barreras”.

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